martes, 2 de septiembre de 2014

Por eso


Por eso, joven, aléjate de tan aparente dicha.
Sólo es vil remedo de la sonaja baratijada de aquello que nadie alcanza, cuyo nombre es felicidad.
Analizándolo, significa cursilería de bijouterie falluta, groseramente expuesta en la vidriera de un almacén vetusto.
Aléjate.
Joven, lo escribo por tu bien.
Buscate alguien a tu medida, y de manera que no despierte angurrias ajenas.
Debes casarte por iglesia del credo familiar.
El que cargue sueños, nunca despertará y su entorno lo engañará.
No tropieces con el amor primero. Si lo ves, hacele una zancadilla.
Es preferible dudar que haber perdido la posibilidad de aventura de tocar la flecha de oro, a su herida infecta.
No sufras. No vale la pena.
Enarbolá una bandera de "no", y seguí gallardamente tu camino.
Si la flecha insistiera, alzá un batracio de gran porte, y ponételo adelante.
La flecha herirá al batracio.
Dejalo herido de amor primero y lo escucharás croar a la luna lunera de García Lorca, y a la estrella matutina.
Que se joda el sapo.
Vos, seguí invicto.
Comprobarás que de seguir el consejo de alguien que huye de la quemadura con leche hirviendo y que si ve una vaca llora, te salvarás.
Conquistarás laureles si sos artista o científico o tendrás hijos por siglos de los siglos de futuros matrimonios formales de tu progenie.
No aflojes cuando canten las sirenas de Odiseo.
Aconsejo a jóvenes de ambos géneros y clases sociales.
Generalmente, se romantizan con más frecuencia los poetas y los plásticos.
En guardia, bardos imberbes, porque la bestia dorada ronda.
Uno (o una) podrá atarse al palo mayor del barco de la flota antigua: ver y oír.
Nunca pronunciar frases comprometedoras...
Tal vez, antes de atarse, ponerse cera en los oídos y vendarse los ojos.
Cualquier sacrificio o molestia son preferibles a esta lastimadura del ánima.


Aurora Venturini, Los rieles.


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